sábado, 13 de noviembre de 2010

Mensajeros


Javier y yo nunca quedamos. No es necesario: coincidimos fugazmente a las 4 am o a las 4 pm.
Por la tarde, nos llaman a ambos para hablar a grupos de extranjeros que llegan a España. En la madrugada, el azar o alguna otra ley que se me escapa nos une por un momento en alguna esquina de Madrid.

Hace aproximadamente un año, Javier y yo coincidimos en una charla a las 4 pm. Olvidó un objeto en la reunión. La responsable del centro me lo confió. "Llevátelo, le verás antes que yo", dijo.

Hicimos por quedar, pero surgía siempre un imprevisto: mucho trabajo, viajes, ninguna charla común, se había muerto el canario, qué sé yo. Durante un año, sólo me cruzaba con él a las 4 am. Nos echábamos unas risas y nos despedíamos: "Hasta la próxima a las 4 pm".

La semana pasada, yo había quedado a comer con Quique, un amigo común. Quique vive en Coruña, 600 kilómetros al noroeste de Madrid. No sé por qué ley (también se me escapa) intuí que él era el mensajero. "Toma Quique, Javier olvidó esto en un taller", le dije.

Ayer, casualmente, ví a Javier a las 4 pm. Pensé: "joder, ya no tengo su pendrive". El, riendo, se acercó y me dió un abrazo. "Me lo dio Quique la semana pasada. Coindimos casualmente en Galicia".

Supe entonces que la gente sólo coincide en un momento muy preciso en la vida, ni antes ni despúes. Si además tú no eres el mensajero, mejor pasa a otro el mensaje.